martes, 3 de febrero de 2009

EL CURANDERO DE LAS ARMAS


Este empírico conocedor de las ciencias mágicas indígenas tiene su arraigo en el ejido las Armas, perteneciente al municipio de Tancanhuitz, lugar a donde se llega por la carretera federal (85) tomado rumbo a Tamazunchale desde ciudad Valles, en un recorrido de media hora de camino. En este lugar se ubican a la orilla del camino algunos rústicos negocios que ofrecen mojarras fritas y acamayas al mojo de ajo que pueden consumirse en la frescura de construcciones típicas de la región hechas a base de palma y otates, antes de pasar al domicilio del curandero de las armas.
Agripino es el nombre de ese hombre maduro de complexión robusta y piel mulata oriundo de la etnia náhuatl, su rudimentaria personalidad lo muestra parco e introvertido con los visitantes que diariamente acuden en su busca para consultarse de diversos males. Es un respetable personaje que calza huaraches de suela de llanta y pantalones de manta, arremangados hasta lo alto de la gruesa pantorrilla indígena producto de sus largas caminatas por las laderas de la sierra, en la que se asienta la comunidad donde vio la primera luz del día. Sus orígenes los reconoce orgullosamente cimentados en la etnia náhuatl que aún prevalece en gran parte del municipio. Es de los que habla con dificultad el castellano; con sus familiares y vecinos se comunica en su lengua materna.
En una habitación que está al frente de su casa, por cierto muy amplia y de material de concreto, recibe a los enfermos en el mismo orden que en un consultorio médico, solo que en su caso no hay horario de trabajo pues da consulta a cualquier hora del día durante toda la semana, y no es necesario hacer cita o avisar en caso de emergencia, por que al igual se traslada hasta alguna lejana comunidad para atender al paciente que lo requiera. Las puertas y muebles de su consultorio fueron fabricadas de madera de cedro de la región, lo cual le da al recinto un exquisito olor que se entremezcla con el fresco aroma que despiden los árboles y las plantas que rodean su propiedad. En la pared principal de un portal que hace las veces de sala de espera, hay algunas sillas dispuestas para los que esperan el turno de pasar a la consulta; ya dentro de la habitación principal lo primero que llama la atención es un gran altar en honor a la virgen de Guadalupe, cuya figura está sobre una mesa adornada por un mantel blanco con motivos huastecos que cae majestuoso por los cuatro lados de la mesa hasta el piso de mármol blanco, religiosamente adornada con un arco de flores, palma y simonillo.
Precisamente sobre esa mesa resaltan algunos de sus accesorios de trabajo, consistentes en varias veladoras, diversas figuras de santos y una pecera redonda de cristal llena de agua, que queda estratégicamente colocada al frente de la silla donde se sienta el paciente, mientras don Agripino trata de adivinar sus males; esa pecera es el medio que utiliza para observar los males que aquejan a las personas; por medio de ella se le van revelando las dolencias y las partes del cuerpo donde se alojan sus males cual si fuese una pantalla de video, al momento en que con una piedra lumbre envuelta en un paliacate rojo mojado con aguardiente, hace una especie de sondeo por todo el cuerpo de su paciente, y a manera de limpia se lo restriega por algunos minutos hasta completar su objetivo, todo esto mientras pronuncia oraciones en voz baja en su lengua madre.

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