martes, 17 de febrero de 2009

CURANDEROS HUASTECOS: MAURA LA CATANERA (Primera Parte)


Maura es una de las pocas personas que no encuadra en el modelo que la mayoría de las curanderas tienen en la huasteca. Ella es una mujer común que no habita en un jacal de palma y otates con piso de tierra; su casa se refresca con abanicos de cielo y aparatos de aire acondicionado; tampoco viste ropas sucias y desgastadas ni se pone collares multicolores en el cuello o glamorosas pulseras en sus muñecas. En su casa no hay cirios ni veladoras de las que tienen imágenes pintadas, ni figuras de santos de todas las denominaciones, tamaños y colores. No tiene el tradicional altar adornado con flores y colguijes de diversas especies y no se percibe el olor de yerbas como la ruda o el simonillo, ni el inconfundible aroma de copal, elementos comúnmente presentes en la mayoría de los recintos de quienes se dedican a estos menesteres.
A Maura se le puede describir como una persona normal, aceptablemente culta, amable y educada que vive tranquilamente en compañía de su esposo, en la colonia el choyal que está cerca del centro de la cabecera municipal de Tamuín. El único hijo que procrearon hace mas de 30 años se encuentra trabajando en los estados unidos desde hace cinco, por lo que sus necesidades personales a cubrir son pocas y muy sencillas. La casa que actualmente habitan fue la que con mucho sacrificio construyeron sus padres, cuando ni siquiera estaba planeada la colonia que ahora se formó; la fincaron en ese lugar por la cercanía con el río de donde se abastecieron por muchos años del agua que consumían, hasta que introdujeron las tuberías que vinieron a simplificar y dar comodidad a sus vidas; esa misma casa que la vio nacer y en la que ha vivido muy feliz, primero en compañía de sus padres y ahora con su esposo, es donde ahora recibe a las personas que acuden en su busca para consultarla acerca de diversos problemas. Desde esas paredes que tantos recuerdos le albergan en medio de un amplio terreno con árboles frutales, ha visto pasar el tiempo y las trasformaciones que ha sufrido su querido pueblo de Tamuín.
Maura posee la habilidad para leer las cartas de la baraja. Esta aptitud la descubrió desde que era pequeña. Relata que cuando tenía apenas 12 años de edad se asomaba con curiosidad a un centro de sanación que estaba instalado en una galera a unos metros de su hogar, al que asistían personas que venían de otros pueblos; con ellos se divertía observando su manera distinta de vestir y hablar; los asistentes a ese lugar practicaban algunos ritos que pretendían curar los males físicos y espirituales mediante mucha fe, poniéndose en las manos de los sanadores que los guiaban durante el tiempo en que los practicaban.
Nadie enseñó a Maura a leer la baraja. Fue por mero accidente que inició con esta actividad. Asegura que su mente interpreta las figuras de las cartas como si fuesen una ventana al futuro y en ocasiones al presente. Por medio de sus símbolos recibe indicadores de lo que es y de lo que vendrá. A través de los oros, las espadas, los bastos y las copas adivina aciertos y desaciertos, mala suerte, negocios y viajes en puerta, tragedias, amores y recomendaciones que ayudan a enderezar el rumbo en la vida de quienes la consultan, gracias a las facultades que tiene por ser vidente de nacimiento.

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