miércoles, 21 de enero de 2009

EL CURANDERO JUAN CARLOS SONI (Parte 4)


Al fondo de su propiedad construyó una choza de mediano tamaño con materiales típicos de la región como la palma y el otate. En ella practica las curaciones espirituales y herbolarias tradicionales. En uno de los dos cuartos de esta rústica construcción, alberga su colección personal de santos antiguos, muchas fotografías de otros tantos, una estatua de madera de cedro en tamaño natural de la imagen de Jesucristo, varios cuadros con figuras de indios y muchos artículos representativos del arte huasteco, elementos que observa con respeto y orgullo desde una majestuosa silla hecha a base de madera de palo escrito en cuya cabecera se esculpió la cara de Quetzalcóatl y en ambos respaldos de los antebrazos las cabezas de dos jaguares, mientras escucha a sus pacientes y da inicio con sus ceremonias.
En el cuarto contiguo hay una plancha de concreto sobre la que realiza algunos masajes curativos y atiende a las mujeres que presentan dificultad en el trabajo de parto.
En el área media entre ambos recintos hay un portal al aire libre donde tiene colgadas en las paredes, una colección de máscaras de madera y de otros materiales todas ellas con motivos huastecos y misteriosos, además de tres altares con formas y accesorios muy originales; el primero de ellos está dedicado a Maam, viejo Dios del maíz adornado con accesorios traídos de la cueva del viento, además de una desgranadora rústica que consiste en varias mazorcas sin granos agrupadas en círculo por un fleje de acero en el que se restriega el producto para desgranarse, así como un viejo metate donde se muele el maíz y se obtiene la masa; el segundo de los altares se erige en honor de santos cubanos que trajo consigo en un viaje que hizo hasta aquel País; el tercero está dedicado a los niños sobre el cual resaltan por su tamaño y colorido: un busto del niño Fidencio, uno más del niño Dios y algunos otros santitos de su devoción personal.
En el lado poniente de la propiedad precisamente al lado de esta colorida choza, construyó un Temazcall o Chuj, con las mismas características y materiales de los que se construyen en algunas comunidades de Guatemala, en donde vivió por un lapso de dos años aprendiendo un poco de ese gran acervo con que cuenta la cultura Maya. Frente a esta peculiar casita de lodo y tejas en la que se pueden apreciar en su interior al centro las piedras volcánicas que son parte del ritual, hay una construcción hecha a base de palma y otates que en la región se llama bohío, y que sirven de antesala a la alberca donde se enfrían los calores del vapor curativo, para después pasar a unas frescas palapas que cubren del intenso sol en el jardín al lado contrario de la alberca, donde se aprecia una colorida colonia de flores de loto de Cambodia.

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