domingo, 8 de febrero de 2009

CURANDEROS HUASTECOS: GALDINO EL VERACRUZANO (Primera Parte)


Este folclórico personaje llegó a ciudad Valles hace algunos años procedente del estado de Veracruz, de donde es originario. Vino a empezar una nueva vida al lado de una chica que por la diferencia de edades bien podría ser su hija y que sin embargo, constituye un invaluable apoyo en el trabajo que realiza. Con ella ha procreado una hermosa niña que merodea con su infantil alegría por los alrededores de su casa. Es fácil identificar a Galdino, pues su estampa se asemeja a la de un viejo marino de alta mar; la barba blanca y el acento jarocho distinguen los modales de un hombre abierto en sus diálogos y sencillo en sus tratos.
Galdino vive en una colonia de reciente creación y pocos habitantes que se encuentra al norte de la ciudad, en la salida a ciudad Mante Tamaulipas. Su casa es como casi todas las del rumbo; se encuentra a media construcción y está al frente de un espacioso terreno lleno de árboles frutales en el que al fondo, construyó improvisadamente con láminas y cartones un espacio que utiliza como consultorio, al que se llega por un apacible caminito de piedras y arbolitos; inmediatamente a la entrada del recinto tiene un escritorio sobre el cual hay algunas imágenes de santos y un buda con algunas monedas en la barriga; es ahí donde previamente a las curaciones, sostiene charlas de introducción y acercamiento con sus pacientes.

En el fondo del consultorio se aprecia un altar ataviado con múltiples imágenes religiosas, flores de muchos colores y figuras de barro que representan algunos santos conocidos, además del accesorio indispensable en todo ritual que involucra las conexiones espirituales y que resalta entre todos los artículos: una pecera llena hasta el tope con agua cristalina a la que le llama “fuente”.
Por uno de los lados del altar hay una cama de concreto que tiene sobre la plancha algunas cobijas y trozos de terciopelo simulando pieles de tigre; Galdino la utiliza para practicar sobadas y acomodo de huesos que resultan afectados por luxaciones o mal de ojo; para ello utiliza una olorosa pócima preparada a base de hierbas y fragancias especiales cuya fórmula solo el conoce, y que después de frotarla en las partes afectadas de sus pacientes devuelve una sensación de alivio en ellos; también cura el mal de empacho, sobre todo en menores de edad; para ello utiliza una técnica muy antigua que consiste en sobar suavemente con linimento y jalar varias veces la piel del enfermo en la parte media de la espalda, para luego hacer presión en ciertos lugares del cuerpo que el conoce bien, debido a su basta experiencia en este asunto; una especialidad más de este curandero, es el manejo de las antiguas ventosas, que hábilmente practica con algunos pacientes.

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